Stranger Things (4ª Temporada): De Los Goonies a Elm Street
Este año estamos viviendo el regreso de muchas series cuyos parones puede que hayan durado mucho más de lo que solemos estar acostumbrados. Stranger Things, uno de los buques insignia de Netflix, lleva desde 2019 sin un solo episodio y esa época de secano está a punto de llegar a su fin con un cuarta temporada que vendrá en dos partes: una primera de siete episodios que se estrena este viernes 27 de mayo, y una segunda con los dos capítulos restantes para el próximo 1 de julio. He podido ver de forma anticipada esa primera parte y aquí os dejo mi crítica sin spoilers.
Debo reconocer que mi acercamiento a esta temporada ha sido raro. Entre la polémica de la duración de los episodios, y el lapso tan largo entre entregas, mis expectativas eran bastante bajas, pero ha sido ponerme delante de la serie … y lo que he visto me ha gustado. No es nada nuevo; siempre he defendido que, como producto de entretenimiento, esta serie era una de las más destacables, sabiendo siempre mezclar la nostalgia con un buen desarrollo tanto de trama como de personajes, pero sí que era una incógnita saber cómo iba a sobrellevar la ficción una ausencia de tres años en el mundo seriéfilo.
La serie siempre ha mantenido una estructura casi procedimental con sus temporadas y esta no es una excepción, ya que tenemos un volver a empezar por parte de casi todo el reparto y nuevos “status-quo” dentro del grupo de personajes principales. No entraré en detalles de la trama, pero a mi parecer logran generar las bases para una temporada interesante y consiguen aprovechar a su favor el paso del tiempo no tanto dentro de la serie como fuera de ella.
Uno de los aspectos más positivos de la tercera temporada fue su evolución de personajes y en ese sentido mantiene el camino iniciado en la entrega anterior y durante esta nueva tanda de episodios los vemos mantener una coherencia con lo que habían desarrollado previamente, agregando un mayor peso en Max, personaje que para mí roba totalmente la temporada.
En cuanto a tono, los referentes siguen siendo los de siempre: King, cine de los 80 y, como añadido, un toque a lo Wes Craven que acerca un poco el género slasher a la mezcla que a la serie le ha funcionado tan bien en el pasado.
Eso sí, hay un elefante en la habitación y todos sabemos cuál es: el de la duración de los episodios. La polémica surgió cuando se filtró la duración que tendría cada episodio y aquí debo decir que eran peores mis temores que la realidad, ya que a medida que avanzas, los episodios se van pasando más rápido sobre todo gracias al ritmo que va tomando; sin embargo, el arranque de temporada es bastante duro y puede que los primeros episodios sean un poco frustrantes y que estos duren más de una hora no ayuda precisamente a hacerlos más llevaderos.
Queda ver cómo termina todo en la segunda parte, la cual sinceramente visto lo visto pinta bastante bien, pero las sensaciones que han transmitido estos primeros capítulos son cuanto menos positivas.