The Vampire Diaries: el fin de una era
10 de septiembre de 2009. En una época en la que las producciones de vampiros estaban a la orden del día, tanto en cine como en televisión, surgía en la cadena network “teen” por excelencia de Estados Unidos otra más de esta temática, The Vampire Diaries, protagonizada por una desconocida Nina Dobrev, un semidesconocido Paul Wesley, y por un actor algo más conocido que sus compañeros de reparto principales, Ian Somerhalder. No fue hasta pasados unos meses, allá por marzo o abril de 2010 si no me falla la memoria, que decidí darle una oportunidad a la serie, y lo cierto es que me alegro de haberla empezado a ver, porque es una serie que siempre recordaré, y de la que siempre guardaré un buen recuerdo.
Realmente, la primera temporada de The Vampire Diaries tardó en arrancar, hasta más o menos la mitad, pero a partir de ahí ya no hubo marcha atrás. La segunda mitad de temporada fue mejor que la primera, la segunda temporada en general dio un salto de calidad de lo más destacado, y en su tercer año de vida dio un golpe sobre la mesa, alcanzando su pico en cuanto a intensidad de trama y calidad se refiere. No obstante, comenzó a partir de la cuarta temporada una caída en picado de la que tardó en recuperarse. Ese año las cosas comenzaron a desviarse del rumbo tan bien encauzado en anteriores temporadas, y la quinta no logró tampoco mejorar la opinión que tenía tanto yo como muchos de sus seguidores, que veían como las tramas empezaban a no tener sentido, el fan service (si no era fortísimo años anteriores) cobraba más fuerza si cabe, y la mayor parte de personajes se desdibujaban. Sin embargo, en la sexta temporada algo cambió. Tal vez la marcha de Nina Dobrev tuvo algo que ver en las decisiones que se tomaron a lo largo de la misma, porque se notaba en el ambiente la leve mejoría con respecto a sus temporadas predecesoras, y así se iba confirmando con el paso de los episodios, cerrando con una Season Finale que fue de lo mejor que nos dio la serie en años, culminando con la marcha temporal de la que fue la protagonista durante seis años, algo que parecía que iba a suponer su irremediable final, ya que si con ella se habían alcanzado unos puntos tan bajos, ¿qué sería de la serie sin Elena Gilbert? Pues fíjate tú, que al final acabó siendo al revés.
Me costó comprenderlo, aunque la respuesta estuvo delante de mí todos los años en los que Nina Dobrev participó en la serie antes de irse. The Vampire Diaries contaba con ella como protagonista, claro, y la mayor parte de acontecimientos giraban en torno a la figura de la joven, pero realmente, la serie de The CW siempre había sido la serie de los hermanos Salvatore, como Supernatural es la serie de los hermanos Winchester. El universo que abrió la serie se iba expandiendo temporada a temporada, y prueba de ello es que este viernes regresa a nuestras pantallas The Originals, su spin off, con su cuarta temporada. Quizá una de las explicaciones de por qué se fue al carajo la serie durante su cuarto año fue por la inminente marcha de personajes tan importantes, interesantes, y carismáticos como los Originales, que dieron un trasfondo sensacional a la serie durante su presencia en la misma, dejándonos a uno de los mejores villanos de la serie, y uno de los mejores que he visto, Klaus Mikaelson; con permiso claro de LA villana de The Vampire Diaries, Katherine Pierce, brillantemente interpretada por una sensacional Dobrev. La serie pretendió durante mucho tiempo mantener su foco de atención en Elena y el triángulo amoroso, y creo que ahí residía uno de los problemas de la misma, hasta que a causa de las circunstancias, se vieron los responsables de la serie obligados a cambiar el chip y darle importancia a todo lo que rodeaba a la joven, que no era poco.
Personajes como Caroline, Bonnie o Matt, vieron cómo ganaban protagonismo en la recta final de la serie, y para bien, ya que todos ellos han sido muy importantes en las dos últimas temporadas, y concluyendo sus respectivas evoluciones bastante bien diría yo. Yo consideraba a Bonnie un personaje cargante, innecesario y que debía haber abandonado la serie mucho antes, pero las temporadas finales han hecho que cambiara de parecer, y algo parecido me ha sucedido con Matt, que tampoco lo consideraba esencial y han terminado por darle más importancia en la trama general. Una de las cosas que más destacaba años atrás de la serie era la evolución de personajes como Tyler o Caroline, que partían con muchos puntos de desventaja con respecto al resto de sus compañeros y temporadas después acabaron siendo un buen complemento al trío principal. Personajes como Enzo, Bonnie, Matt o Alaric se han encargado en estas dos últimas temporadas de cubrir los huecos en la trama que a veces se dedicaban a Elena y sus problemas, y el resultado ha sido cuanto menos positivo.
Como decía antes, The Vampire Diaries es la serie de los hermanos Salvatore. La conexión y el buen rollo evidente entre Ian Somerhalder y Paul Wesley nos ha dejado con un vínculo fraternal que nada tiene que envidiar al de los Winchester, aunque éstos obviamente están a otro nivel. La séptima y octava temporada, centrándose en ellos y alejándose de Elena han servido para incrementar esa relación y renovar el espíritu de la serie, que creo que tanto necesitaba. La trama de la séptima, con esos flashforwards y flashbacks, y el interés que iban despertando poco a poco, mejoró la imagen de The Vampire Diaries, dejándonos episodios muy destacados como Hell is Other People (7×10) o Days of Future Past (7×16), que puede que sean los mejores que se emitían en años, e incluso de los mejores de la serie. Todo ello, hizo que el nivel global de la serie mejorara notablemente, sentando las bases para una octava que ahora sí, tenía toda la pinta de que tendría un buen cierre.
Y lo cierto es que la octava ha sido todo aquello que los fans de la serie queríamos, una temporada donde la nostalgia fuera el elemento esencial, además de tener una trama lo suficientemente interesante como para que los episodios finales te dejaran con ganas de más, y que consiguieran que cuando llegara el irremediable final, terminaras sintiendo que echarías de menos la serie cuando finalizara. Ese mérito se lo tengo que reconocer, ya que muchas de las series que he visto a lo largo de los años acaban por ser cargantes, y en alguna que otra ocasión he terminado deseando que acabara cuanto antes. Pero cada episodio que se iba emitiendo, iba notando que la despedida iba a ser más dura, por lo que me alegro que hayan cerrado la serie de la forma que creo que merecía. Una serie que ha sido tan especial para mí, no quería que se fuera por la puerta de atrás.
La Series Finale ha supuesto la guinda a una gran octava temporada, cerrando el círculo para los hermanos Salvatore y el resto de habitantes de Mystic Falls, llena además de momentos nostálgicos, reencuentros y sacrificios, aunque tengo que decir algo negativo de la misma. Si bien la Series Finale es uno de los mejores episodios de la serie (sino el mejor), creo que debería haber tenido una extensión mayor, ya que en cuestión de cuarenta minutos, suceden muchas cosas, muy importantes, y a veces me da la sensación de que en algunas fases se precipitan los acontecimientos demasiado; quizá con una duración mayor, habría sido un episodio más redondo, con una recta final que podría haberse mejorado incluso más. Ya digo, la parte final no desmerece el resto del capítulo ni tampoco la temporada, pero podría haber sido mejor, bajo mi punto de vista.
El pasado viernes por la noche en Estados Unidos, se cerraba un camino tras 171 episodios emitidos, y más de siete años en antena. La marcha de esta serie no será la última que sufra a lo largo de este 2017, pero sí tengo claro una cosa: el hueco dejado por la serie de The CW va a ser difícil de llenar, y la voy a echar mucho de menos, y siempre guardaré un buen recuerdo, a pesar de los peores momentos de la misma. Hasta la vista hermanos Salvatore y compañía, siempre os recordaré.
PD: Podéis ver en nuestro canal de Youtube el programa sobre el universo vampírico de The CW.