La ciudad de las estrellas (La La Land): opinión
No quiero venderos la película, no quiero contaros la trama, sólo quiero recomendaros que vayáis a verla y os dejéis embriagar por dos horas de espectacular y apasionante belleza. Probablemente se os salte alguna que otra lágrima, a mí se me escaparon muchas; posiblemente volváis a casa tarareando las canciones, pero lo verdaderamente importante es que habréis visto buen cine, del que ya no vemos casi nunca.
Es una película ambiciosa y sin complejos, que intenta hacerlo bien y lo hace; que intenta contar una buena historia y la cuenta; que intenta ser original tanto en su fondo como en sus formas y lo consigue. Y que presume de buena música y… menuda música tiene. Lejos de ser una comedia romántica animada con números musicales, estamos ante un romance complejo lleno de profundidad y heridas, que se quiebra cuando las ambiciones de los personajes y el amor se vuelven difíciles de conciliar. Y la música es insultantemente inmejorable. El músico a quien le debemos la banda sonora es Justin Hurwitz, responsable de toda la película salvo de un tema, que firma el cantante y compositor John Legend. La balada City of Stars es mágica, la tan verdadera como lacrimógena letra de The Fools Who Dream es emocionante y la sarcástica Another Day of Sun es tan triste como divertida. Pero no es sólo la música lo que hace grande a esta cinta.
Puede que alguien se esté preguntando si la película es digna de tanto bombo y platillo como le están dando los medios y… la respuesta es un sí rotundo. Ha ganado siete Globos de Oro (película, guión, dirección, actor, actriz, banda sonora y canción), está nominada a 11 premios Bafta de los de ganará unos cuantos. Y con suerte, será la ganadora del Oscar a la mejor película en la 89ª edición de los premios de la academia.
El padre de este peliculón es Damien Chazelle, quien con treinta dos años recién cumplidos tiene a sus espaldas dos de las mejores películas que he visto en los últimos tiempos: Whiplash y La La Land, ambas escritas y dirigidas por él. Si este muchacho sigue así, va a convertirse en uno de los mejores directores de la década… o de la historia, porque ni el cuento del niño que soñaba con tocar la batería ni la fantasía de Hollywood son dos películas que brillen por casualidad, ambas son obras de arte, son ese tipo de películas que nos traen a la memoria que el séptimo arte no tiene nada que ver con comer palomitas y dejar descansar el cerebro. Es arte, el arte nunca trata sobre descansar, sino sobre sentir, emocionar, vivir.
La La Land es un placer visual, combina una locura psicodélica con planos de una maestría excepcional y las transiciones entre lo fantasioso y lo realista son preciosas. Las coreografías son geniales, la fotografía es exuberante sin caer en lo kitch, la dirección cuidada hasta el extremo. Todo los detalles encajan a la perfección y… ese final… una maravilla… pero no desvelemos nada, mejor vedla y juzgad por vosotros mismos.
Los actores están pletóricos, Sebastian es un pianista que siente nostalgia por un mundo que no vivió y su temas son un jazz moribundo y bellísimo, Sebastian es un poco del viejo Hollywood donde florecieron las películas clásicas y Mia, una camarera aspirante a actriz, es un poco del mundo moderno donde muere el jazz y mueren los musicales y donde o mueren los sueños o muere el amor. Emma Stone está brillante, se luce en cada una de las audiciones a las que se presenta, la actriz hace un papel brillante y es increíble como sólo nosotros, los espectadores, nos damos cuenta y no la contratan en el primer casting al que va.
Sebastian y Mia son dos luchadores con objetivos claros, aman y viven del arte y el público, pero ese mundo de sueños es tan frágil como su relación, que tiene varios momentos estelares como el baile del observatorio, pero me quedo con la secuencia en la que Mia y Sebastian rozan sus manos en el cine en una preciosa escena, realizada con un montaje clásico impropio de una forma de dirigir tan atrevida y es un momento elegantísimo repleto de tensión romántica. Y otra maravilla es la escena semi iluminada, en la que cenan y discuten hasta que los interrumpe el pitido del horno, es una clase magistral de cine, donde vemos como los dos personajes, sentados frente a frente, con diferente iluminación, en espacios opuestos generan hostilidad
Es precioso como los amantes bailan entre las estrellas, me encanta ese continuo salto a la fantasía, pero los personajes no nos engañan nunca, desde el primer momento de la película, sabemos que el motor de sus vidas son sus respectivas ambiciones individuales. Toda la película es una lucha contra la ambición, en el primer momento vemos una cascada interminable de coches donde van jóvenes hacia Los Ángeles, cargados de sueños y esperando la oportunidad. Todos quieren triunfar, todos se dejan seducir por promesas, todos sueñan con tener éxito y algunos lo consiguen, sea lo que sea el éxito y cueste lo que cueste.
Estoy completamente de acuerdo, es una película que merece muchísimo la pena. Me alegro de que esté siendo reconocida.
Tienes razón en que los personajes en todo momento persiguen sus sueños individuales, he tenido alguna discusión al respecto, porque para mí realmente sí es un final feliz.