Crítica: Arrival (La llegada)
La historia se basa en un relato corto de Ted Chiang, una idea que explora las puertas que abre y cierra la comunicación y la forma en la que los seres humanos nos encerramos en nosotros mismos. Es una peli de ciencia ficción con más reflexión que acción, de hecho, su ritmo pausado y su cadencia lenta puede acabar con la paciencia de algunos espectadores.
Lo mejor de la película es la interpretación de Amy Adams, la película está hecha a su medida y la actriz borda cada escena. Jeremy Renner y Forest Whitaker no molestan, pero tampoco destacan, Amy Adams brilla tanto que nos deslumbra y nos impide ver al resto del elenco. La dirección de Denis Villeneuve es buena, pero no magnífica, hay algunos momentos en los que consigue expresar distintas emociones mediante imágenes que son preciosas, pero no es la mejor película del director (a mí me gustó más Prisoners) y tampoco es la mejor dirección del 2016. Si Arrival se lleva alguna estatuilla de la academia o algún globo de oro, será para la actriz principal o para Jóhann Jóhannsson, que suena mucho para premios … porque su banda sonora suena genial. La música del compositor islandés es perfecta para la película, tiene sonidos casi mágicos que giran en torno a una partitura muy espiritual, haciendo que el espectador se involucre más y más en esa atmósfera intimista y extraña que se respira en Arrival desde el primer al último minuto.
En las líneas que siguen voy a comentar detalles de la trama, por supuesto sin spoilers en sentido estricto, pero si eres sensible a cualquier comentario o prefieres llegar virgen al cine, no sigas leyendo.
La película es antibelicista, optimista y tiene un mensaje de fe y esperanza en el ser humano. Pero a la vez inspira vacío y una sensación de enorme sinsentido al tratar la muerte como una parte de la vida. Todo lo que rodea a la protagonista es sombrío, nostálgico, triste. La doctora Louise Banks vive carcomida por la nostalgia de una relación que aún no ha conocido y eso es tan desolador que oprime el pecho y hiere el alma del espectador más insensible.
Gran parte de la cinta reposa en primeros planos del rostro de Adams, que con una interpretación fuertemente contenida expresa mucho más de lo que la cinta nos cuenta sobre su dolor. La soledad interior de su espíritu lastimado se percibe de manera sensacional mientras camina por el campus universitario vacío o cuando la vemos moverse sin querer hacer ruido, a pesar de estar sola en su casa. Me gusta mucho la forma en la que Villeneuve contrapone el vacío de Louise frente a la curiosidad científica y el entusiasmo del personaje interpretado por Jeremy Renner.
Cuando se acerca a la nave, él la toca, como quizás haríamos cualquiera de nosotros ante semejante experiencia única, pero la doctora Banks está rozando la indiferencia, no destila ningún tipo de alegría al hacer el descubrimiento lingüístico más importante de la humanidad. Louise no tiene curiosidad, ni muestra miedo ante lo que está pasando. Simplemente lo acepta, como acepta todo lo que le pasa. Louise es una mezcolanza triste de aceptación, vacío y soledad. El entusiasmo del científico frente al vacío de ella es una de las cosas que más me gustan de la relación entre los personajes. Gran parte del peso de la historia recae en un retrato intimista del dolor y la pérdida.
Hay pocas localizaciones, cosa que refuerza ese sentimiento de soledad, aunque también se nota que es una película con un presupuesto menor a lo que estamos acostumbrados a ver en el mundo de la ciencia ficción, en todo caso si faltan localizaciones o efectos visuales, el director lo resuelve muy bien con la fotografía y los pequeñísimos efectos especiales para el par de escenas en la que es necesario. Tardamos bastante tiempo en ver las naves por primera vez y son diferentes a lo que estamos acostumbrados en cuanto a naves de cines y series. Estas tienen un toque muy moderno, muy siglo XXI, nada que ver con las naves de las viejas películas de ciencia ficción, personalmente el diseño me recordaba a Apple con un ingrediente orgánico. Pero está bien, no piensan como nosotros, así que no construyen con nuestras reglas.
Me impresiona el momento en el cual entran en la nave, se enfrentan a lo desconocido y con ello vemos una fotografía de hierba verde versus oscuridad, la familiaridad de un césped cualquiera frente a la negritud total de lo eterno. Pero en esa misma escena, vemos que existe la luz al final del túnel. Un simbolismo precioso. Aunque no tan bonito como el momento en el que, al principio de la película, la doctora Banks y sus alumnos descubren que estamos siendo visitados por extraterrestres. Primero nos enfrentamos a la ausencia de la mayor parte de los jóvenes, después el sonido de los móviles como timbres de la tragedia que llama, en último lugar encienden el televisor y para terminar suena la alarma general, las campanas que anuncian el fin de los tiempos. A lo largo de la película vemos que lo hemos interpretado mal, el ser humano, como siempre, ve conflicto y guerra en todas partes e interpreta un regalo como una amenaza, porque ese, el de las amenazas y las represalias es nuestro único idioma común en este planeta. Junto a gran esta reflexión lingüística, hay una trama más introspectiva. La cinta trata un gran tema a base de pequeños grandes pasos mientras juega con el tiempo de forma no lineal con un resultado fantástico, pero adentrarme en este punto sería arruinaros la peli.