Review House of the Dragon: The Red Sowing
¿A dónde va el tiempo? Hace nada estábamos comenzando la actual entrega, y hoy solo nos queda un solo capítulo por ver tras la emisión anoche del séptimo, titulado La Cosecha Roja. Pero dejemos las reflexiones espacio temporales para otra ocasión, y vayamos con el episodio, porque ha sido muy interesante.
Empezaremos con puntos de trama más concretos, y luego ya pasaremos al gran asunto que ha ocupado esta séptima semana.
Me voy a detener con Alicent Hightower. Yo sé que muchos no son fans de su personaje. Honestamente, me la sopla. Creo que muchas de las opiniones están meramente basadas en el sesgo de los bandos, y que esas personas ni se esfuerzan por valorar cómo están escritos los personajes del otro lado a los que no apoyan. Ella es una de las dianas habituales de quejas semana tras semana, y muchas veces son infundadas e inmerecidas. Olivia Cooke es una pedazo de actriz, y su interpretación siempre está a la altura.
La hemos visto durante la temporada perder toda la influencia que pudiera tener en Desembarco. A Aegon nunca lo ha tenido en cuenta, y toda la atención que deseaba él de su madre, no la ha recibido, ni siquiera cuando él quería ejercer como rey, o, al menos, quería intentarlo. A Aemond le tiene miedo, sin más. En cuanto ha tocado poder, se ha deshecho de ella, y sin Otto tampoco en la capital, está totalmente sola, porque, quizá, un posible apoyo que pudiera tener llegado el caso, Criston Cole, tampoco estuvo ahí cuando pretendía mantener su posición, y ahora ha marchado hacia Harrenhal a hacer frente a la hueste de Daemon.
Así que es bastante significativa la imagen de la Reina Viuda marchando sola junto a un capa blanca, sin más supervisión ni preocupación por parte de la Corona, simplemente a pasar unos días en el Bosque Real, para, literalmente, tocar hierba, jerga empleada desde hace un tiempo. En cuestión de siete episodios, hemos asistido a la caída de Alicent Hightower, y tengo ganas de ver qué dirección toma su personaje de cara al final de entrega, y a las próximas, totalmente consciente que poco o nada puede hacer en Desembarco, ya con la guerra encauzada y sin aparente final fácil.
La principal pega que le pondría a su trama este año es que, a falta de un episodio en el que dudo que vaya a haber nueva interacción entre ambos, es su “relación” con Criston Cole, que pienso que ha cubierto la cuota sexual que debía meter HBO por ser HBO, y ya está. No veo una repercusión clara al respecto de su arco de personaje, porque si es por denotar la falta de apoyos, solo con los miembros de su familia ya había suficientes muestras para dejar claro lo sola que está. Encima, se incluyó en mitad de un momento como el de Sangre y Queso, que era muy esperado, y se siente, ya con semanas pasadas, más fuera de lugar que nunca; al menos, desde mi punto de vista.
Sobre la capital, la otra nota destacada y algo más breve es que Larys Strong sigue su particular guerra subterránea contra Aemond, ya que busca que Aegon recobre fuerzas cuanto antes, para tenerle en su mano y manipularle como quiera, básicamente. Encima, disuade a lord Jasper para que no le cuente que Bruma tiene nuevo jinete, restándole importancia al considerarlo un rumor muy de tercera mano, con toda la intención del mundo, claro. No le interesa que Aemond siga gobernando, y mejor manejar como una marioneta a un Aegon que puede agradecerle sus cuidados y atenciones en sus horas más bajas tras lo ocurrido en el 2×04.
Viajando a Harrenhal, si alguien no era fan de la casa Tully, yo creo que esta semana Oscar, su nuevo señor, ha logrado ganar adeptos para este linaje ribereño. Archie Barnes es el actor que interpreta al joven lord, y madre mía menudo papelón se ha marcado ante nada más y nada menos que Matt Smith, quizá, el mejor actor actualmente en un reparto de quilates.
Los lores de las Tierras de los Ríos se han reunido, y ha llegado la hora de jurar lealtades. Eso sí, no sin coste. Toda acción debería tener su consecuencia, y, por desgracia para Willem Blackwood, que muy rápidamente accedió a cometer crímenes de guerra en nombre de la casa Targaryen, se han saldado con su cabeza, si es que Daemon quería un ejército para su campaña militar. Oscar Tully lo ha dejado claro, que no iba a dejar impune al lord Blackwood, y que debía ser el príncipe pícaro quien ajusticiara al señor ribereño, para enmendar sus acciones.
Toda esta parte me ha encantado, rubricada con el que, quizá, sea el último encuentro “espiritual” de Daemon en esta entrega: la versión demacrada de su hermano, con una corona que siempre le pesó, y que se la ofrece, si aún la quiere. Harrenhal, a falta de la conclusión la semana que viene, creo que ha sido mi trama favorita de la temporada, y todas las secuencias de este episodio, con la intervención principal de Oscar Tully y un Daemon al que esta fortaleza le ha sometido a un proceso de introspección y deconstrucción masivo, me han fascinado.
Por cierto, detalle curioso: el rostro del arciano de Harrenhal es el de George RR Martin.
Ahora sí. Vamos con la cosecha.
Los Targaryen son, quizá, el linaje más mágico de Canción de Hielo y Fuego (aunque igual los Stark tienen que decir también algo al respecto, pero bueno). A los dragones ya hemos visto que buena parte de la plebe y de la nobleza los considera dioses. Incluso la propia Rhaenyra ve la elección de jinete por parte de Bruma como una señal en un momento de máxima necesidad. Por eso, el hecho de “vulgarizar” el acto de reclamar un dragón, ampliando el abanico a aquellos que no son parte de la familia real, ha supuesto una afrenta para la orden de domadragones que hemos visto desde el comienzo de la serie, y para el propio Jace.
El heredero de Rhaenyra sabe más que de sobra que es un bastardo, pero es de la sangre del dragón. ¿Pero cuán especial sigue siendo si ahora su madre abre la veda a que cualquier hijo o hija ilegítimo que provenga del linaje Targaryen pueda reclamar su montura? ¿Dónde le deja a él como heredero, o como “bastardo legitimado”, por así decirlo? Me parece durísima la escena que le echa en cara esto a su madre, y que le pide que no lo haga, y en parte tengo la sensación de que le hemos tenido durante toda la temporada dando bandazos con su trama, nunca llegando a ser demasiado importante dentro de la trama de Rocadragón, y me gustó que el detalle de proponerle a Rhaenyra la idea de buscar jinetes lo mantuvieran como en el libro, pero aquí puedo comprender su postura al respecto de lo que va a hacer la monarca negra.
El asunto de analizar semana a semana una serie es que, muchas veces, es contraproducente. Por ejemplo, en el caso de los nuevos jinetes de dragón, Hugh y Ulf, estoy convencido que los espectadores que no han leído Fuego y Sangre se preguntarían qué hacían estos aquí, y por qué le dedicaban minutos en pantalla, restándoselos a otros personajes más relevantes y conocidos. Podría justificarse desde el punto de vista de añadir el enfoque del pueblo llano a las acciones de la Corona, dado que ya nos han mostrado que el vulgo no está demasiado contento con los verdes. Pero estaba claro que ambos tenían que desempeñar un papel, y creo que una de las cosas más destacadas de la entrega es cómo han manejado el introducirlos poco a poco, para llegar a su punto álgido en este episodio.
Rhaenyra es consciente de que convoca a los bastardos Targaryen a una potencial carnicería. Vermithor, el dragón que inicialmente pretende que reclamen, es uno antiguo, el segundo más grande vivo tras Vhagar, y no está para muchas historias. Ya vimos cómo reaccionaba Bruma al intento de Steffon Darklyn, y podíamos imaginarnos que esto no iba a salir mejor. El asunto es que me ha parecido un acierto total cómo han decidido mostrarlo, como una escena de caos y terror, donde un dragón se merienda a casi toda la población bastarda de la capital y de Rocadragón.
No hay épica en ninguna de las dos domas. Hugh es el último que queda en pie de pura chiripa, y se planta ante él, listo para ser devorado o abrasado o las dos cosas, pero el dragón detecta en él que es alguien digno, y lo acepta como jinete, cuando todo parecía perdido. Ulf, literalmente, se encuentra con Ala de Plata, y encima le pisa los huevos que tenía puestos la dragona. Lo normal hubiera sido que se lo hubiera zampado, pero parece que le ha caído bien. La escena de Rhaenyra convocando a Vermithor, todo el tramo de episodio con la carnicería, y, por supuesto, el plano final, me parece soberbio, así como los diseños de ambos dragones, que me han parecido chulísimos.
Syrax. Vermax. Caraxes. Bruma. Ala de Plata. Vermithor. Los dragones del bando negro actualmente. Vhagar como arma principal de los verdes. Ya tuvimos una primera toma de contacto con lo que es una danza de dragones en el cuarto capítulo, y ahora que hemos aumentado la lista de criaturas dispuestas a la guerra, todo apunta a que lo más interesante de la contienda ya está al caer, y me va a jorobar demasiado que esto se acabe en siete días. Pero analizaremos el desenlace de la temporada con la consiguiente review, así que, por ahora, solo queda esperar hasta ese momento. Gracias por leerla, y podéis dejarnos comentarios debajo de la entrada. Hasta la próxima.