2021, el año de la animación (IV): Arcane – La galería de juguetes rotos
Lol. Un término que está más que asentado entre la jerga juvenil y los acostumbrados al lenguaje de redes, que en este caso no tiene nada que ver con el tema que nos atañe, más allá de que esas tres letras forman la abreviatura del videojuego League of Legends, también conocido mundialmente como LoL, universo en el que se basa esta serie. Por curiosa que sea la coincidencia, ahí terminan los parecidos; porque si algo no tiene precisamente esta serie, son risas (al margen de momentos puntuales que resultan divertidos), aunque tampoco las necesitó para conformar una primera entrega que se ganó el favor de la crítica y el público, y con razón. Paso a cerrar este ciclo de artículos sobre series animadas con la ganadora de nuestra competición para decidir la mejor ficción de 2021, Arcane.
Como ya me conozco muchas de las excusas, quiero destacar, para empezar, que no hace falta haber jugado al mencionado League of Legends para comprender Arcane. Como en todas las adaptaciones, es evidente que hay guiños que los jugadores y los que están familiarizados con el universo que vemos en pantalla comprenderán y apreciarán más que aquellos que, como un servidor, le dieron al botón de reproducción en Netflix sin ningún tipo de expectativas más que la de ver esa serie de la que todo el mundo hablaba en noviembre de 2021.
Al contrario de lo que sucede en las ficciones que podemos encontrar en dicho servicio streaming, lanzaron la primera entrega en tres tandas de tres episodios, dividiendo la trama en tres actos perfectamente diseñados y ejecutados, que provocó que la conversación se mantuviera mucho más tiempo de lo que acostumbran aquellos productos que estrena Netflix. Esto abre un debate mucho mayor y que no nos atañe, pero otra de las razones por las que no se ha dejado de hablar de Arcane, todavía, a día de hoy, es porque es una producción excelente, más allá de si se emitió en tres semanas o de una sola vez.
Arcane es una historia que nos suena; no porque la hayamos leído, visto, o jugado anteriormente (que también), sino porque la humanidad la ha experimentado en sus carnes, y ha vivido situaciones que han servido de base para la construcción del mundo expuesto en pantalla. Evidentemente, no tenemos magia ni inventos o sustancias que dotan al portador o consumidor de una fuerza o unos poderes sobrehumanos, como algunos casos vistos en la serie, pero sí que la tecnología, el avance de la ciencia y las diferencias de clase existen en nuestra realidad: las guerras, el impacto del progreso en la sociedad… son cosas que han marcado la evolución de la especie con el paso de los siglos. Una de las piedras angulares del entramado de Arcane es el Hextech y cómo repercute al contexto social de esta ficción, y resulta clave en lo que sucede durante la entrega, y lo que llegará en posteriores,
Aquí tenemos los dos tipos de clase: la alta, Piltover, y la baja, Zaun (o Las Líneas en el momento de la serie); con unos contrastes muy notables a causa de una guerra y un enfrentamiento que, pese a tener etapas más “tranquilas”, sigue latente, y en cualquier instante puede estallar si se enciende la mecha correcta. Las consecuencias de dicho conflicto y las diferencias de estratos sociales están patentes en los protagonistas de esta historia, y las secuelas de vivir en una sociedad podrida desde sus cimientos suponen el factor diferencial a la hora de construir psicológicamente a cada uno de los implicados en la serie. Hay muchas dualidades, muchos paralelismos: Jayce y Victor; Vander y Silco; Vander y Vi; Silco y Jinx… podría mencionar más casos, pero todos ellos tienen algo en común: son juguetes rotos.
La ficción de Riot Games nos presenta una galería en la cual no hay nadie inmaculado; todos tienen sus taras, sus defectos, sus traumas, sus aspiraciones… y por eso nos gusta tanto Arcane, porque, al margen de que veamos dibujos moverse y la trama enganche más o menos (que lo consigue), somos capaces de empatizar con la mayor parte de su elenco y entender porqué hacen lo que hacen, por muy buenas o malas que sean sus acciones. Sus imperfecciones dotan a estos personajes animados de una vida que muchas series de acción real no consiguen transmitir con intérpretes de carne y hueso.
Y buena parte de la culpa la tienen las voces que animan a los protagonistas de la historia. En nuestra sección mensual de Spammers del Mes, en la edición de noviembre del año pasado, la representante femenina fue Hailee Steinfeld, que da voz a Vi. Fue un mes fantástico para la actriz, con tres actuaciones en tres registros completamente diferentes, pero que reflejan su versatilidad y adaptabilidad a la situación que se le plantee. Aquí, completa a un gran personaje, con un carisma y una forma de ser que se gana al espectador desde el minuto uno. Aunque dentro de este elenco, hay dos que quizá destacaría por encima del resto: la de Jason Spisak como Silco y la de Ella Purnell como Jinx.
El villano que a muchos les podría parecer el típico antagonista con cara de malo, aspecto de malo, y actitud de malo… lo es, pero también es mucho más que eso. Es un padre que se preocupa por su hija, que busca lo mejor para los suyos y quiere que ella herede una Zaun mejor que la que tuvo que sufrir él. Spisak da su voz para un personaje retorcido que, lejos de enemistar a la audiencia o juzgarle por sus actos malintencionados (en serio, que este señor no es trigo limpio), se ha ganado el favor del público y ha obtenido muchos adeptos entre el fandom, y es debido a que forma parte de ese grupo de villanos actuales que se aleja de los maniqueísmos clásicos y nos brinda un personaje tridimensional y humano, con los elementos necesarios para que el espectador medio entienda lo que le motiva a llevar a cabo sus planes.
Ah, Jinx. Sinceramente, daría para una tesis doctoral este personaje, como casi todos los que conforman esta serie; Arcane, parece que no, pero da para mucho (con razón le dedicamos programa). Si tuviéramos que hacer una clasificación, no ya de series de 2021, sino de personajes del año, Jinx estaría en el ranking en cuestión. Seguramente, si nos paramos a pensar en la ficción de Netflix, alguna imagen que se nos viene a la cabeza está relacionada con ella. Es un agente del caos, y eso siempre atrae en un producto de entretenimiento, pero yo no me quito de la cabeza lo que podemos ver en el videoclip de la maravillosa canción de apertura de los episodios de esta serie, Enemy, de Imagine Dragons: una niña que admira a su hermana mayor y que quiere ser como ella, pero que las circunstancias la acaban convirtiendo en lo que vemos durante buena parte de la serie, en el monstruo que crearon. Y bueno, no sería lo que es sin la maravillosa interpretación de una Ella Purnell que se luce en cada escena. Es verdaderamente admirable lo que logra la actriz y cómo juega con su voz para darle a Jinx el empaque adecuado en cada escena, y que el espectador la sienta viva, como si fuera completamente real.
Podría seguir hablando de Arcane mucho más, porque, como he dicho antes, da para ello. Pero creo que cerraré recordando a aquellos reacios a darle una oportunidad a series animadas que, simplemente, tienen prejuicios; esta serie no tiene nada que envidiar a las grandes producciones que se emitieron en 2021, y bueno, si os queréis quedar con que es animada, deciros que muy probablemente sea de lo mejorcito en su sector que podemos ver a día de hoy. Los grandes dramas se construyen sobre la base de grandes historias, grandes personajes y guiones ejecutados como un reloj suizo, y Arcane tiene todo eso y más. Poco se le puede achacar a esta serie, que lo normal es que os atrape por completo con el final de su primer arco.