Crítica: The Suicide Squad
Warner, desde que empezó la guerra de los universos cinematográficos con Marvel, siempre ha dado la sensación de no saber qué hacer con las licencias de DC Comics. En estos años hemos pasado del tono oscuro e intensito de Snyder, películas totalmente fuera del DCU u obras dentro de la continuidad pero siguiendo la máxima de “que cada uno se monte la guerra por su cuenta” intentando alejarse el tono único que ha ido tomando Marvel con el paso de los años. Y en esta tesitura llegamos a El Escuadrón Suicida, que recoge el testigo de la de 2016 e intenta recuperar la idea para la causa ¿Habrá tenido Gunn éxito dónde Ayer fracasó? Tranquilos, la crítica es sin spoilers.
Aunque técnicamente es una secuela, queda raro teniendo en cuenta que el film pone todo de su parte para obviar la existencia de la primera película haciendo que se sienta más como un reintento que como un reboot o secuela. No borra lo ocurrido en la entrega de 2016, pero sí que la ignora como si un fin de semana etílico se tratase: ocurrió, pero ni tú te acuerdas de nada ni quieres que nadie haga un esfuerzo por recordarte el más mínimo detalle.
James Gunn coge el tono más gamberro que intentaba tener su antecesora y lo lleva a otro nivel, convirtiendo esa exageración y esa violencia en el centro y principal pilar de la película, dando una sensación de que cualquier elemento que se ha metido ha sido teniendo en cuenta cómo podía ayudar a que The Suicide Squad sea más gamberra y salvaje. Trama, personajes, coreografías, música … todo está elegido con ese fin y si no aporta se desecha.
No es una película que vaya a brillar por su guión o por tener unos personajes maravillosos; lo hace porque al estar todo orientado a un fin, todas las situaciones y la evolución de los personajes se siente coherente con el tono de la obra y, lo más importante, que a diferencia de la de 2016 da la sensación de que todas las piezas encajan. No es que los personajes sean mejores, es que al menos logras sentir que todos pertenecen a la misma película.
El director logra convertir toda The Suicide Squad en una oda a las bizarradas y a la exageración usando de base un argumento que gira sobre una misión de ir a una isla y destruir una instalación (en serio, no hay más chicha) y un cast que se prestan a ser los payasos del show.
Y es que la gran diferencia con su primera entrega radica es que desde el primer momento la película tiene claros cuáles son sus objetivos y no da tumbos para intentar conectar con las otras películas del DCU o directamente intentar que encaje en dicho universo. Gunn desde el primer momento demuestra que eso es algo que le da igual y aunque teóricamente esté dentro del universo compartido, la película va totalmente a su rollo.
Como he comentado antes, esto más que una secuela o un reboot, es un reintento y, en esta ocasión, creo que se ha acertado de pleno consiguiendo que The Suicide Squad tenga un carisma propio muy marcado dentro un ya de por muy sólido film. Una película que hace honor de lo que debería haber sido su predecesora y no fue.