Game of Thrones: la pervivencia del legado
Una de las muchas campañas publicitarias que prepararon desde Canal Plus (posteriormente y en la actualidad, Movistar Plus) para promocionar las nuevas temporadas de Juego de Tronos rezaba lo siguiente: “Si lo vives, es verdad“. Hoy, diez años después del lanzamiento de una de las series que me ha marcado durante todo este tiempo que llevo consumiendo televisión, reflexiono mientras miro la camiseta con el citado eslogan que tengo a pocos metros de mí, y si hay una serie que puedo decir que haya vivido, ha sido Game of Thrones.
En mayo de 2019 concluía un fenómeno mundial, que repercutió a muchísimos niveles, no solo ya en el ámbito de la pequeña pantalla, sino que trascendió a ámbitos como la política, la filosofía, y quizá el más importante de todos para que un producto así acabe siendo grande, o al menos cause un impacto importante semana tras semana, o temporada tras temporada: al pie de calle, entre la gente corriente. Una serie que hablaba de reyes y reinos; de dragones y criaturas que renacían tras la muerte como causa de un poder sobrenatural y mágico; de conspiraciones, muertes cruentas, traiciones y, cómo no, de la propia naturaleza humana; todos esos temas y más eran analizados, comentados y discutidos hasta la saciedad por muchísimas personas, al día siguiente de su lanzamiento en Estados Unidos; digo más: a las pocas horas de su retransmisión al otro lado del charco.
Juego de Tronos fue la última gran serie que todos consumimos juntos, al menos, los que la seguíamos. Raro era el día después del lanzamiento de un episodio que en foros, grupos de Whatsapp, redes sociales y, como decía antes, en tu propio lugar de trabajo, no se comentara quién había sido la última víctima de los crueles guionistas, o a quién habían traicionado esta vez, ese giro de guion inesperado, o la batalla sangrienta de turno. Dos años después, ¿de cuántas series podemos decir esto? Lo comenté con Javi Marcos en el programa que le tuvimos como invitado, que quizá The Mandalorian se había acercado, o a lo mejor Wandavision han emulado en parte a esa repercusión descomunal que tenía Game of Thrones, pero ni de lejos se aproximan; incluso podríamos citar la reciente cuarta entrega de Attack on Titan (Shingeki no Kyojin) como evento de seguimiento mundial. Y no sé si volveremos a tener algo así.
Justo ayer saltaba la noticia de que solo la primera entrega de la futura serie basada en el universo de El Señor de los Anillos, que está preparando en estos momentos Amazon, costará casi 500 millones de dólares. Juego de Tronos fue la producción más cara de la televisión, y se superaba en presupuesto temporada tras temporada. Gracias a eso, por ejemplo, se encumbró como la serie más galardonada de la historia de la televisión en los premios Emmy, arrasando en las categorías técnicas, y con varios triunfos en apartados de interpretación (Peter Dinklage, con su Tyrion Lannister, ganó en cuatro ocasiones) además de, por supuesto, como mejor ficción. Quizá por eso le exigimos todos más a Game of Thrones, porque tenía unos medios a su alcance que la mayor parte de cadenas y plataformas no tienen para desarrollar sus productos como toca. Momentos como la Batalla de los Bastardos, o Casa Austera, por no hablar de Botines de Guerra, son un espectáculo que solo producciones cinematográficas se podían permitir. ¿Mediremos con el mismo baremo lo que ofrezca Amazon con su Señor de los Anillos? ¿O todavía pondremos el listón más alto, dado su opulento presupuesto?
Pero tal vez la otra cuestión fundamental para entender el motivo que llevó a miles de fans a criticar duramente (me incluyo) el devenir de los acontecimientos con el paso de los años, fue que, sí, teníamos algo que era único en el medio, pero el trabajo desarrollando las escenas, los guiones, y la toma de decisiones, languidecían en comparación con las primeras entregas. Y cada temporada que transcurría, cada vez más gente comenzaba a ver que el tapiz que orquestaban Benioff y Weiss poco a poco se deshilachaba. El Tyrion de los primeros episodios, a nivel de inteligencia, dista mucho del que nos encontramos en las entregas finales; gente como Varys y Meñique no sabías al final realmente porqué luchaban; Jaime era un juguete roto, que cada año parecía tener una motivación distinta, cambiando de sentido dependiendo del viento que soplara ese día; por no hablar de Daenerys y su final.
La gente no comprendió en qué punto la joven Targaryen toma el rumbo hacia ese cierre. Bajo mi punto de vista, habían señales, incluso en la serie. En ella creo que se pueden reflejar algunos de los problemas de los responsables de HBO en cuanto a campaña de marketing. La beatificaron, la convirtieron en un símbolo de masas; incluso fue usada por unos colores políticos y otros como arma para vender sus pensamientos y fundamentar su ideología… para luego resultar ser lo que eran la mayoría de personajes de la serie: gente que se movía en tonos de gris, que dependiendo de un curso de acción u otro no es que viraran hacia el blanco, sino que se adentraban en la oscuridad del negro, o cambiaban la sombra de su condición grisácea. Pero no solo a ella la edulcoraron; hay más personajes que sufrieron ese trasvase desde las novelas. Y he aquí otra cuestión: la saga literaria, desde donde nace todo.
Yo, como lector, no puedo separar una cosa de la otra. Hasta cierto punto sí, pero es inevitable que piense lo que podría haber significado tener toda la obra de George RR Martin completa, y no hasta el quinto libro. Por ahí vienen los problemas de tejer que mencionaba antes. Si seguís Canción de Hielo y Fuego, sabréis que el rol que juega Dorne en el cuarto y quinto volumen está a años luz de la chapuza penosa y cutre que trasladaron Benioff y Weiss a la pequeña pantalla, por mencionar solo un ejemplo de entre muchos. Cuando los showrunners tenían el colchón de Martin, aún tomando decisiones que cambiaban acontecimientos de las páginas de los libros, sabían cómo actuar y hacia dónde dirigirse. Cuando llegó la hora de seguir su propio camino, hacia el final que el autor les había indicado, al menos, en las partes más importantes, no supieron cómo hacerlo sin que quedara como una resolución improvisada, acelerada, e insatisfactoria, como terminó siendo la octava entrega, objeto de desapego y profundo malestar de miles de personas que la siguieron.
¿Significa esto que sea una mala serie? En absoluto. Juego de Tronos es historia de la televisión, in my opinion. Entre los veinte episodios más valorados de la web IMDB, hay cuatro de esta serie que tienen un 9,9: The Winds of Winter (6×10), Battle of the Bastards (6×09), Hardhome (5×08), y quizá el mejor ejemplo de cómo adaptar excepcionalmente uno de los momentos más brillantes de la saga literaria: The Rains of Castamere (3×09). En este caso, soy de los que se quedan con el camino recorrido, en lugar de con el final. Evidentemente, si una obra de ficción tiene un final redondo y a la altura de lo ofrecido antes, la nota es más elevada y la sensación de plenitud es mayor. Sin embargo, despojar a Juego de Tronos de toda su valía porque su cierre no nos gustara creo que es desmerecer una de las producciones más importantes que nos ha dado la pequeña pantalla.
Y ese desencanto va a ser clave en el futuro de la franquicia, porque, a pesar de todo, como se puede escuchar en cada entrega del podcast amigo: “El Juego ha terminado, pero La Canción Continúa“. Millones de fans siguen ávidos por leer las nuevas páginas que puedan llegar por parte de Martin, y así poder cumplir su sueño de terminar la saga de libros. Canción de Hielo y Fuego es mucho más que Juego de Tronos, y desde HBO lo saben. De ahí que quieran seguir explotando en los próximos años todo lo que puedan la franquicia, con un primer spin off ya en camino, House of the Dragon, y varios más proyectados: uno sobre la Rebelión de Robert, otro sobre los Cuentos de Dunk y Egg; uno de animación; y los últimos tres anunciados se centrarían: uno en El Lecho de Pulgas, otro en los 9 Viajes de la Serpiente Marina, y otro en la llegada de la reina guerrera Nymeria a Poniente. Aquí se va a ver hasta qué punto le hizo daño el final de Juego de Tronos a HBO y sus potenciales espectadores de cara a los productos secundarios que lancen en los años venideros. Pero esto supera el ámbito de la pequeña pantalla. Como decía, solo ya con la legión de lectores que hay por toda la Tierra, el fenómeno de Canción no terminará en el futuro cercano. Solo hay que ver el éxito que están teniendo nuestros amigos de La Canción Continúa, un podcast de relectura de la saga, que tiene un año de vida, que cada semana que pasa sigue creciendo y aumentando los miembros de su comunidad, y que podéis seguir en plataformas como iVoox, Patreon, Spotify, YouTube, Twitch…
Lo que está muerto no puede morir, sino que se alza de nuevo, más duro, más fuerte. El rezo del Dios Ahogado creo que es lo que busca HBO con tanto spin off, y quiere que la saga no decaiga, a pesar de todo. Han pasado diez años desde que viera en el televisor del comedor de mi casa los créditos de la cadena aparecer, para dar paso a una intro con una música maravillosa, y una presentación de personajes que formarían parte de mis posteriores años seriéfilos, y que me abrieron a una saga que es de mis favoritas todavía a día de hoy, y supongo que no cambiará con la llegada de los próximos años. Juego de Tronos fue un antes y un después en mi vida, y en la de muchas otras personas, y su legado pervive, una década más tarde, y quién sabe durante cuántas más. Valar Morghulis.