El Ministerio del Tiempo: qué hacer con el tiempo que se te concede
Podría ser perfectamente el título de un episodio de la popular serie de RTVE, ya que siempre se juega con la palabra “tiempo”, o con algún término relacionado con el mismo. Hace más de una semana que concluyó su cuarta (¿y última?) entrega, y creo que no hay momento como el presente para dedicar unas líneas a un fenómeno nacional, y también internacional, patrimonio de nuestro país, del que sentirnos orgullosos, porque ha sabido aprovechar muy bien el tiempo que le ha sido concedido por la cadena pública por antonomasia de España.
Es una cuestión bastante extendida entre los humanos, el tiempo y el uso que hacemos de él; que si lo malgastamos, que si lo aprovechamos al máximo, que si nos falta, o incluso que si nos sobra. En el mundo de la televisión, el tiempo es oro, condicionado directa (o indirectamente) por las audiencias, terribles verdugos de tantas y tantas ficciones que merecían más, pero que cayeron ante la implacable realidad de no ser tan seguidas como deberían. Que hayamos podido disfrutar durante cuatro temporadas, que se dice pronto, de una serie de ciencia ficción de calidad en nuestra televisión pública es algo que debemos celebrar, ya simplemente por este hecho. Curiosamente, toda la audiencia de la que carece en su emisión semanal, la recupera con creces en las plataformas de vídeo bajo demanda, y ha sabido aprovechar los elementos transmedia como pocas en la actualidad.
Ahora, con la llegada de servicios como Netflix, HBO, o Amazon a nuestras tierras, se ha empezado a invertir en producciones que tienen mucho más fácil cruzar fronteras, y arriesgar en proyectos que en nuestras cadenas tradicionales no sería posible llevarlos a cabo. Por eso lo que hizo Javier Olivares y su gran equipo, proponiendo a los jefes de RTVE El Ministerio del Tiempo como posible idea para emitir en su cadena, fue algo muy valiente y, por supuesto, de igual valor fue la decisión final de sacar adelante la ficción, y renovarla hasta en tres ocasiones. Ahora, es extraño encontrar a alguien que no te hable de La Casa de Papel, por ejemplo, gracias a su expansión mundial tras haber adquirido Netflix sus derechos, tras su discreto paso por Antena 3. El Ministerio del Tiempo también se abrió camino por muchos otros países, y ha exportado la verdadera marca España, la de la cultura, los valores y el patrimonio de lo que supone sentirse orgulloso de pertenecer a un país riquísimo en historia.
Porque no solo los americanos tienen el monopolio de los viajes en el tiempo (algo que también ha demostrado Dark); aquí tenemos nuestro Ministerio, que vela por la preservación del pasado, para que nadie lo altere para su propio beneficio, afectando con ello al futuro. Rara era la semana que todos (yo me incluyo) no sacáramos un parecido, un guiño, o lo que creíamos era una referencia a una obra de ciencia ficción extranjera, y resulta que no teníamos que irnos hasta la obra de H.G. Wells (no, no es el de The Flash) para encontrar la primera máquina del tiempo ficticia. Resulta que el anacronópete, elemento fundamental en el desarrollo y desenlace de esta temporada, era una invención de un autor español, Enrique Gaspar y Rimbau, cuya obra fue publicada en 1887 antes de que el escritor británico publicara su archiconocida novela. Al final será cierto aquello de que nadie es profeta en su tierra… y que tenemos que leer todos (yo incluido) más.
Creo que este año no ha sido el más brillante de El Ministerio del Tiempo. Da lo mismo. Tengo la sensación de que ha querido apelar más a la parte emocional, sobre todo viéndolo ahora en perspectiva días después de que finalizara, y más tras ese último capítulo, que puede servir perfectamente como cierre de serie. La vieja guardia se despide, aquella que hemos conocido durante estas cuatro temporadas, y de continuar, ya no sería lo mismo. En parte, querría que regresara; pero viendo que lo más lógico sería llevar a cabo un cambio generacional, y conociendo yo ejemplos de series que los han hecho y no han salido muy bien, creo que es mejor dejarlo como está y que acabe aquí.
Mucha gente busca aprender de formas muy diversas. Yo les recomendaría que vieran la serie (ahora íntegra en HBO España) si buscan conocer mejor la historia de nuestro país, aprender cosas de algunos de los rostros más importantes que fueron dejando su huella durante todos los siglos anteriores al nuestro, y de algunos otros que no son tan recordados por el gran público, e incluso aquellos que fueron olvidados. Porque el tiempo es el que es (episodio 1×01), y debemos aprovecharlo, y si queréis pasar un gran rato viendo televisión de calidad con valor didáctico, El Ministerio del Tiempo es el ejemplo perfecto de ello.