Review Black Mirror: Smithereens
Seguimos con nuestro repaso a esta nueva y breve temporada de Black Mirror (aunque básicamente ha vuelto a su tamaño original de 3 episodios que tenía antes de ser propiedad de Netflix). Es el turno de hablar de “Smithereens”, capítulo dirigido por James Hawes, quien entre otras muchas series es el mismo que filmó “Hated in the Nation”, el final de la tercera temporada.
Black Mirror normalmente suele reflejar las peores pesadillas que podemos tener respecto al mal uso de la tecnología por parte de nosotros. Es obvio que el eje central de este episodio es el abuso de las redes sociales por parte de sus usuarios, sobre todo por su tramo final, pero esto es algo que mama durante toda la hora de capítulo con el propio comportamiento de la gente alrededor del secuestro, creo que se acerca más al estilo de “The National Anthem” que al de cualquier otro.
Pero en fin ¿De que trata este “Smithereens”? Pues literalmente de un secuestro, por parte de un falso conductor de Uber a un becario de una red social creyendo que era un alto ejecutivo de la compañía. La intención del secuestro no es dinero ni nada por el estilo, es únicamente hablar con el CEO de ella; sin embargo, el secuestro no irá como lo tenía planeado y se verá encerrado en el coche con su rehén y acorralado por la policía.
A partir de la premisa del secuestro empieza el show de analizar las redes sociales, utilizando el morbo y responsabilidad de los propios usuarios ante semejante situación y respecto a toda la información personal que vamos dejando en las redes tanto de forma directa e indirecta. Todo esto lo hace no sólo de una forma bastante bien desarrollada, sino que además lo hace dentro de un episodio ameno gracias sobre todo al gran labor que hace Andrew Scott (Fleabag, Sherlock) dando vida al secuestrador.
Creo que “Smithereens” hace muchas cosas bien, pero no todo es perfecto, pues creo que tiene un problema bastante gordo (que ya tuvo en anterior capítulo que dirigió James Hawes), su duración. La trama aunque sea entretenida, apenas da para llenar la más de una hora duración que tiene y se nota bastante. Habiendo sido ejecutado en 40-50 habría quedado mucho más resultón.
No creo que sea uno de esos episodios de Black Mirror que pasen a la historia o que sean de los primeros que vengan a la cabeza cuando se piense en la serie, pero ofrece un buen punto dentro de lo que ha sido siempre la ficción de Charlie Brooker.