12 Monkeys o cómo reinventar una película de culto
Hace una semana, decíamos adiós a una de esas series de las que uno no espera nada, para terminar sorprendiéndote y llegándote al corazón. 12 Monkeys arrancó con muchas dudas pero se ha despedido siendo una de las series de viajes en el tiempo más disfrutables, y una de esas ficciones por las cuales seguimos dándole una oportunidad a muchas series de la cadena de SyFy a pesar de que en la mayoría de ocasiones estemos ante productos muy por debajo de la media. Ya habrán podido leer nuestra opinión de la serie en otras ocasiones, pero se ha ganado a pulso tener su propio artículo de despedida en el blog.
Cargaba una pesada losa en sus comienzos. Ser la adaptación televisiva de una película de culto no es una tarea fácil por mucho que Fargo nos haya enseñado a que se pueden hacer cosas grandes cogiendo como orientación una gran obra del cine. Había más curiosidad que fe en ella y bien es cierto que su primera temporada no fue un desastre y convenció a muchos, aunque simplemente ofrecía una serie resultona más que aprovechaba medianamente bien la premisa de “viajar atrás en el tiempo para evitar un virus” del film original.
Es en las segundas temporadas donde por lo general una serie demuestra que es más que la flor de un día o producto de la suerte y éste es otro de esos casos donde se cumple, es donde la verdadera 12 Monkeys comienza. Me habéis leído unas cuantas veces decir que la segunda temporada de Halt and Catch Fire lo cambió todo y fue donde se hizo grande, pues con 12 Monkeys ocurre algo similar aunque de diferente manera: si en la ficción de AMC fue el cambio de roles de personajes en esta fue el pegar carpetazo a la trama de la película y seguir su propio camino. Tan rápido como cerró la premisa original, la serie se empeñó en expandir su universo, convirtiendo el virus en una pieza más de un puzle mucho mayor.
12 Monkeys supo reinventarse y pillar al espectador por sorpresa. El testigo, el bosque rojo, Titan o los primarios empezaron a ser el centro de la trama y en cuestión de un par de episodios nos encontramos ante una serie distinta a la que empezamos. Ya no podíamos dar nada por hecho y el ritmo de la propia serie tampoco nos ayudaba a ello, pues en cualquier momento el argumento podía dar otro giro de 180º.
Sin ninguna duda lo que más se destaca sobre 12 Monkeys es su sabia decisión de alejarse de la obra original para contar su propia historia, pero otro de los puntos donde me quiero detener es en sus viajes en el tiempo. Los viajes en el tiempo son un arma de doble filo que hay que saber utilizarlos bien y que lamentablemente en pocas ocasiones suele ser así. En cambio, pese a que 12 Monkeys suele ir a lo loco en este aspecto y tiende a trastear y ser tramposa en este aspecto, lo hace brillantemente ya que es su propia naturaleza el ser caótica en ellos; estamos en una historia de cambiar el pasado de un futuro apocalíptico, una situación desesperada en la que todo vale y si hay que seguir la filosofía de Homer Simpson de “No tocar nada ¡Y una porra no tocar nada!” pues se sigue ya que no hay ningún futuro que proteger.
Posiblemente sea uno de los productos más entretenidos que podamos encontrar hoy en día dentro de la ciencia-ficción en televisión, una serie con un gran universo y un ritmo atroz capaz de golpearte cuando menos te lo esperas. Una serie que supo quitarse el peso de su título con el simple hecho de no obligarse a contar la misma historia. Hay que ser muy hábil para conseguir dar semejante giro y hacer que el espectador se empape de su mitología y de sus personajes, y contra todo pronóstico esta serie de la que nadie esperaba nada salvo una decepción más de SyFy lo consiguió.
Ya hablé de su tercera temporada y de cuánto me había gustado. De esta última podría decir casi lo mismo añadiendo que es el broche de oro perfecto para una de serie que se ha ganado a pulso el ser una de las que más hype generaba a quienes la hemos seguido o directamente no la abandonamos tras su primer año. Una serie que se merecía un adiós en el blog que estuviera a la altura de su despedida en la pantalla.