Review Black Mirror: Hang the DJ
Este es uno de esos episodios por los que merece la pena pasar tantos malos ratos con Black Mirror. Una historia preciosa y alegre, que nos hace reflexionar sobre el papel de la tecnología en nuestra vida y sobre la importancia del amor.
En mi opinión es el mejor episodio de la temporada, aunque no aporta nada realmente novedoso al acervo de la serie. Creo que este episodio bebe mucho de San Junipero y nos vuelve a dar un final feliz, mucho más feliz en este caso. Curiosamente son dos episodios donde la tecnología se usa para hacer felices a las personas, colocando la máquina al servicio del hombre de forma aceptablemente saludable.
En Hang the DJ conocemos una aplicación de citas que crea parejas perfectas mediante el desarrollo de simulaciones en las que clones de los usuarios interactúan romántica y eróticamente con el resto de los clientes, para así proporcionar una respuesta basada en la experiencia. De manera que siempre que se consiga una pareja, será una pareja que ha luchado para vivir juntos el amor. Sin duda la fórmula es magnífica y tal como dice el episodio funciona en el 99, 8% de los casos.
Al empezar el episodio no conocemos todo eso, vemos a dos personas quedar a tomar algo en un bar e intuimos un mundo donde The System lo conoce todo y dicta cada paso que las personas deben dar… no es excesivamente inquietante para los cánones de Black Mirror, pero es suficiente para despertar la suspicacia del espectador. Frank y Amy se conocen a través de una aplicación de citas que en un momento dado les dirá la duración exacta de la relación. Nadie puede salirse del sistema y todos obedecen y mantienen las relaciones que tienen que mantener durante el tiempo fijado, lo cual es tan curioso como inverosímil, y así durante el episodio se percibe cierto tinte de irrealidad que hace que el espectador piense que se esconde algo turbio tras ese sistema.
Me gusta mucho la atmósfera repetitiva, agotadora y asfixiante pero a su vez repleta de luz y colores suaves, es casi una pista de que los personajes no están en el mundo real. De hecho, en la escena final, en la que por fin se reúnen, el colorido es otro, el colorido es otro, curiosamente más oscuro pero también más realista.
Los personajes no son tontos y entienden lo que pasa a la misma velocidad o mayor que el espectador y con un claro “Can you remember where you were before you came here? You can’t, can you? Neither can I.”, asumimos que ambos saben que se encuentran dentro de algún tipo de simulación. Después huyen, se escapan … o hacen exactamente lo que tenían que hacer y en un giro final, que no es tan giro, vemos a los verdaderos Amy y Frank conocerse en un bar gracias a la aplicación que los ha emparejado en función de la interacción de sus clones virtuales.
En este episodio no sólo exploramos la desconfianza en la tecnología, sino también, sobre todo, la naturaleza del amor y la confianza entre las personas. Además, la metáfora del amor es preciosa: los enamorados luchan contra todas las trampas que la vida les coloca para finalmente huir juntos congelando el mundo a su alrededor y saltando un muro hacia lo desconocido.
La pena es que el aprendizaje obtenido tras pasar un año con una persona que odias no pueda trasladarse a la vida real, hubiera sido muy útil para Frank conservar esa sabiduría…