Review The Walking Dead: The Big Scary U
Un episodio que empieza centrándonos en las percepciones de los personajes que menos nos importan no auspicia nada positivo. Tenemos a dos de los personajes menos queridos, Gabriel y Gregory, rememorando sus primeros momentos en la batalla contra Negan y no podría ser más aburrido.
De The Big Scary U sacamos claro que Gabriel morirá la semana próxima, pero al menos lo hará dándole un propósito a sus últimos momentos de vida, esto es evidente desde el momento donde el personaje le pide a Dios una muerte con sentido minutos antes de que abra su corazón al público y conozcamos facetas de él que nos eran desconocidas hasta el momento. The Walking Dead hizo exactamente lo mismo con Bob o Denise, los personajes secundarios se cobran su parcela de protagonismo un episodio antes de morir. Y personalmente me parece genial, si Gabriel muere no sólo nos libraremos de un personaje irritante, sino que empezaré a creerme que están en una guerra de verdad donde las bajas son personas con nombres y no batallones de red shirts del Kingdom o el irrelevante novio de Aaron.
Ahora bien, si la escena del interior del remolque ha servido para Gabriel no lo ha hecho para Negan, quien sigue siendo un arquetipo sin escala de grises. Me fastidia esto en un episodio en el cual los guionistas han tenido la oportunidad perfecta para desarrollar la humanidad del villano, cosa que enriquece a cualquier personaje y especialmente a los malvados. Cuando escuché a Gabriel pedir la confesión, pensé que veríamos a Negan sin su coraza, pensé que se desnudaría y expondría su alma, pero lo único que hemos obtenido es información vacía de sentimientos: parece que trabajaba en una escuela, posiblemente fuera profesor y descubrimos que su esposa, Lucille, estaba enferma y que Negan no le abrió el cráneo cuando murió, dejándola transformarse. Ya está. No profundizamos en Negan ni en sus motivaciones, sino que potenciamos otra vez su aire chulesco y su pose teatral, con los silbidos, las frases macarras, los exabruptos, el meneo de Lucille y su actitud de matón. Es decir, nada nuevo.
Para colmo, la escena me ha parecido visualmente insoportable. El escenario es lo más oscuro posible y esto es incómodo y además alimenta la idea de que usan la oscuridad para esconder carencias. Por mucho que lo disfracen y a base de sombras y manos de zombies a contraluz el director nos haga crear que está usando la luz artísticamente no es así, es un uso de la luz poco inteligente que no refuerza la narración ni aporta nada. Me imagino esta escena en el cómic y las viñetas podrían ser preciosas, pero el blanco y negro en una cinta en color y el larguísimo juego de sombras no funciona en la televisión, o al menos no en el episodio.
Pese a que los guionistas prefieren dejar a Negan como villano malvado sin matices, y a mí no me guste esa decisión, reconozco que desde que empezó la temporada estaba deseando verlo siendo el eje de un episodio y más o menos eso es lo que hemos tenido hoy. Negan, ha tenido oportunidades de sobra para demostrar lo malísimo que es y ha soltado un par de frases para enmarcar, como ese “We kill the right people in the wrongest way possible, and we make ’em all watch!” un instante antes de que el ejército de Rick aparezca en su puerta. O el breve monólogo en su reaparición tras ser dado por muerto, todo de la forma más teatral posible, presentándose silbando durante un levantamiento obrero y con un sacerdote a su derecha. Muy del estilo de Negan.
Explorar el punto de vista de los salvadores, también nos ha servido para ver a Eugene, que se ha convertido en un personaje invisible esta temporada, pese a que el tipo tiene su encanto y merece sus minutos. Tengo debilidad por él y sus impecables razonamientos y me ha gustado verle echando una mirada a Dwight en la que lo dice todo sin decirle nada.
Me ha gustado Simon, que es un tío que me inspira más temor que Negan en la medida en la que lo veo más creíble y me ha parecido fantástica la aproximación sutil a las luchas de poder que veríamos sin Negan realmente hubiera muerto. La idea de verlos buscando un sospechoso de traicionarlos a todos también me parece poderosa. Me ha gustado más la mesa de los antagonistas jugando a adivinar el traidor que planeando sus movimientos y curiosamente me gusta más la mesa cuando no está Negan que cuando sí lo está y el motivo de que esto sea así es mérito de la serie, que sabe mostrar a unos tipos duros aterrados que no abren la boca delante de Negan sintiéndose mucho más cómodos y expresándose con mayor libertad una vez que creen que el jefe ha muerto.
Si la intervención de Negan es algo decepcionante y la de Gabriel está lejos de ser brillante, mejor ni hablar de Gregory y del tedioso coldopening de casi quince minutos en la citada mesa. Aunque es cierto que Gregory nos ha servido para introducir a Negan sentado a la mesa, rodeado de sus lugartenientes y acariciando a Lucille y eso no ha estado nada mal.
Por lo demás, el leve atisbo de Rick y Daryl ha sido tan absurdo como la pelea que mantienen. La escena de lucha no funciona principalmente por dos razones: ya hemos visto la pelea de Morgan y Jesús prácticamente por los mismo motivos (discrepancias éticas sobre los derechos del enemigo) hace un par de episodios y la segunda razón es que aunque nos han venido la transformación de Daryl y su odio interno, no nos lo han venido como deslealtad hacia Rick, de forma que esta pelea surge un poco de la nada. Sí que me quedo muy satisfecha con la cara de Rick al ver al helicóptero… ha sentido más o menos la misma extrañeza que cualquiera de nosotros en su lugar.
Respecto al tono de la octava temporada, este episodio sigue potenciando esa idea de temporada inconexa. Tengo la sensación de que me están contando la historia de la forma más anticlimática posible y aunque creo que la temporada está bien y la trama es buena, la forma en la que me la están contando no es la idónea y podría gustarme mucho más si me contasen lo mismo de otra manera.