Hell on Wheels: fin de la línea
Este artículo llega un poco más tarde de lo esperado, pero con el cambio de blog quedó ligeramente abandonado y ha terminado pospuesto hasta ahora. Aún con todo esto, aprovecho para dejaros aquí mi despedida a “Hell on wheels”, unas últimas palabras y un repaso a la serie de AMC que nos dejó hace unas semanas.
Producto extraño, que contra viento y marea, sumandole la poca confianza por parte de su cadena (ha llegado a estar emitida los sábados, día impropio en la televisión americana), logró sobrevivir 5 temporadas (6 reales contando el truco de partir la última en 2 partes) y nos ha regalado un frenético viaje por los Estados Unidos de post-guerra en la construcción de ferrocarril transcontinental.
La serie arranca con una américa devastada por la guerra en la que soldados de ambos bandos, afroamericanos e inmigrantes irlandeses buscan probar fortuna en la creación del ferrocarril que unirá las 2 costas del país. Es aquí donde entra Cullen Bohannon, total protagonistas de la ficción, un ex-soldado confederado que busca a los miembros del batallón de la unión que asesinaron a su familia.
Pese a que esa trama vengadora pueda parecer el centro de la serie, a medida que avanza va quedando en un segundo plano y el argumento pone su foco en los realmente importe, la construcción del ferrocarril. Con una ambientación espectacular, “Hell on Wheels” logra abarcar perfectamente tanto los problemas sociales internos en la construcción, como la corrupción de Thomas Durant, presidente de la Union Pacific.
Aunque haya un gran número de secundarios, todos ellos muy importantes para la trama (Eva, Durant, Ellam, los hermanos McGuiness, Lily y un largo etc.), si hay que destacar a alguno sobre los demás es sin duda Thor Gundersen, más conocido para los espectadores como “El sueco”. Este personaje logra convertirse en antagonista absoluto de “Hell on Wheels” y su lucha de poder con Bohannon será el germen de una enemistad que trascendiera a el propio ferrocarril. Si bien es cierto que el personaje tiene fases muy irregulares y que sus acciones van dando bandazos, mezclando una actitud cerebral con la de un auténtico psicópata, consigue posicionarse como uno de los personajes claves de “Hell on wheels” y lograr ser la cara opuesta de Cullen Bohannon.
Aún con todo lo mencionado antes, la seña de identidad más reconocible de “Hell on Wheels” es su gran ritmo. La serie cumple a la perfección como un clásico western de los que se emiten por las tardes en televisiones públicas. También es la parte más polémica, ya que un sector que esperaba un perfil similar al de “Deadwood”, quedó claramente decepcionado ante una ficción que ofrecía totalmente lo contrario a lo de la serie de la HBO. Si hay que elegir alguna obra de la que beba “Hell on wheels”, sería mucho más similar a lo que propuso Rockstar en su videojuego “Red Dead Redemption” que lo que nos enseñó la mencionada serie. Lo que hemos logrado asimilar que no tenía nada que ver con “Deadwood”, creo que un su mayoría la hemos disfrutado por ser la serie que es y por mantenerse fiel a su estilo.
Pero entre todas estas luces, hay algunos puntos oscuros. El mayor de ellos es la irregularidad que atesora, fruto en parte por los varios cambios de showrunner que ha sufrido, acrecentándose sobre todo en la tercera (que fué la primera sin los hermanos Gayton, los creadores de la serie, al frente). Otro posiblemente sea la caída en el olvido de ciertas tramas, desde algunas más secundarias como la de los mormones, como la del asesinato de la familia de Bohannon.
Para despedirme, solo puedo decir que la AMC nos ha regalado una serie que si bien posiblemente no pase a la historia, ni colme tops o ranking, es innegable que ha logrado entretener a quienes la hemos seguido de principio a fin. Un trayecto que nos ha llevado desde una iglesia de Washington hasta el último clavo del ferrocarril, un trayecto que para muchos ha merecido la pena.