El paso del héroe al antihéroe: De Walker a Hood

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Mucho ha cambiado la televisión desde sus inicios, adaptándose con el paso del tiempo a lo que la sociedad demandaba, y cambiando sus formatos y series, con el reto de mantener (en algunas ocasiones con más acierto que en otras) la originalidad en sus estrenos, así como la calidad del producto, algo que si que ha ido decayendo poco a poco. También cambian sus protagonistas, ya que a día de hoy, muchos espectadores, no soportan al típico héroe que salva a todo el mundo y cierra la película o el capítulo en cuestión feliz como una perdiz. Quieren ver a un protagonista que sufre, con defectos, con capas, con algo más que una fachada que muestra al resto del mundo, sin nada más que mostrar a los espectadores. Y de esto hablaré en el artículo, de cómo el héroe americano ya no lo es tanto, a través de tres personajes muy distintos.

Es difícil que alguien de este planeta no conozca a Chuck Norris. Una figura que no ha pasado nunca desapercibida, por sus numerosas apariciones en películas de acción (muchas de calidad cuestionable, pero ese es otro tema), aunque muchos lo conocimos por los numerosos pases que Telecinco hacía de Walker, Texas Ranger, esa serie de los años 90 en la que Chuck era el protagonista y se dedicaba a impartir justicia en ese gran estado norteamericano como es Texas. Los mitos de la fuerza y la omnipotencia de Norris son archiconocidos, y no los numeraré aquí. Si queréis encontrar frases magistrales y divertidas sobre el mito de Chuck, no dudéis en buscarlas porque pasaréis un gran rato.

He querido empezar por él, porque creo que es el arquetipo para muchos de héroe americano: patriota, fuerte, que siempre lucha por defender el honor de su país y que, como decía al inicio del artículo, acaba siendo el vencedor de la contienda, sin más consecuencias. Los papeles de Chuck son una continua muestra de lo que muchos norteamericanos desearían: un hombre que él solo fuese capaz de derrotar cualquier amenaza por el honor de su país, y que siempre saliese venciendo. Pero ya no estamos en los tiempos de Chuck y sus personajes; ahora son los tiempos de otros.

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En el inicio de milenio, numerosas producciones salieron a la palestra. Una de ellas presentaba una estructura rompedora e innovadora, nunca vista antes en televisión: cada capítulo, se correspondía con una hora en tiempo real, haciendo que la temporada mostrase las veinticuatro horas que tiene un día. Hablo, por si todavía no lo habéis averiguado, de 24, la serie que FOX estrenó en 2001, con Kiefer Sutherland como protagonista, en el papel de otro personaje archiconocido como es Jack Bauer, uno de mis favoritos.

Jack es quizá lo más parecido a lo que representaba en su día Chuck Norris, un digno sucesor del Ranger más famoso de Texas. Bauer era un agente especial en una división de inteligencia del gobierno estadounidense, la CTU (Counter Terrorist Unit o Unidad Anti Terrorista), que se dedica a detener cualquier amenaza que se presente, en un solo día. Para hacerlo, Jack sacrifica todo lo necesario para impedir cualquier ataque a la seguridad norteamericana; da igual el coste, lo importante es salvar al mundo pase lo que pase. A lo largo de las ocho temporadas, junto con una novena temporada más corta (12 episodios) que transcurre en Londres, Jack pierde numerosas relaciones, tanto familiares como amorosas, así como relaciones de amistad, y también parte de su humanidad, siempre por el bien común. Jack Bauer es capaz de impedir que estalle una bomba atómica en menos de veinticuatro horas, acabando antes con todos los miembros de la organización terrorista que amenaza la paz de USA, con una sola pistola y pocos cargadores, no sin perderse a sí mismo por el camino.

La renuncia a todo lo que una persona normal pueda aspirar, con tal de salvar a un país, que en numerosas temporadas demuestra que no se merece que alguien así les salve el pellejo incontables ocasiones, es lo que hace especial a Jack, y lo que continúa demostrando ese paso del héroe vestido de blanco, que vence al dragón y rescata a la princesa, sin arrugarse su precioso traje y sin ningún tipo de repercusión para su salud física o mental. En 24, Jack detiene a numerosos dragones en forma de bombas atómicas y más amenazas, rescata a una princesa que le repudia en numerosas ocasiones y, como digo antes, no es merecedora de los cuidados de un hombre así, y para colmo, sufre pérdidas a todos los niveles, junto con numerosas lesiones físicas y emocionales. Aquí ya tenemos el paso hacia algo más que el típico héroe; este ya sufre más para conseguir el objetivo, y comienza a acercarse a una delgada línea que separa lo bueno de lo malo, lo correcto de lo incorrecto, siendo el máximo exponente de la famosa frase “El fin justifica los medios”. Ahí reside la grandeza de Jack Bauer.

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Sin abandonar los Estados Unidos de América, tenemos que viajar en esta ocasión a un pequeño pueblo de Pennsylvania, en la que la tasa de mortalidad es elevadísima, el sexo (la mayor parte de las veces salvaje) es prácticamente una actividad tan rutinaria como lo sería ir a comprar el pan, y la rabia, odio y venganza son características típicas de sus habitantes. Hablo de Banshee, donde se alza una figura, por encima de todos estos pueblerinos tan atípicos y geniales, que aglutina todo lo mencionado anteriormente: Lucas Hood.

Un protagonista que antes de que comience la acción de la serie fue un experto ladrón, y que tras estar en prisión quince años, se reintegra en la sociedad, convirtiéndose en el sheriff del pueblo tras apropiarse de la identidad de éste, tras su muerte. Sí, lo sé, es algo cuanto menos atípico, quien se iba a imaginar que un ex presidiario acabaría siendo la máxima figura de la ley en un pueblo. En su defensa, hay que decir que él nunca deja su pasado atrás, sino que se aprovecha de esa posición para seguir delinquiendo, para tratar de ajustar cuentas con viejos conocidos de antaño, y de paso, acostarse con toda hembra viviente en el pueblo, meterse en cualquier disputa que acaba con su cara partida y numerosas lesiones más, contribuyendo todo ello a su continua autodestrucción mental y psicológica. Lucas Hood ya no lleva traje blanco, porque directamente va sin camiseta; él no tiene que matar al dragón, porque él es el dragón, que causa parte del caos en la ciudad como consecuencia de sus acciones, siendo el principal responsable de mantener el orden; y no salva a la princesa, sino que se la folla, se acuesta salvajemente con ella. Hood no es un héroe, es un tipo que vive al margen de la ley, con numerosas capas y defectos, que no persigue un objetivo mayor y noble como los anteriores personajes expuestos sino que mira por su propio interés ante todo.

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Walker, Bauer y Hood son tres personajes que representan las fases de la evolución del héroe al antihéroe: Walker/Chuck Norris sería el más típico ejemplo de héroe, Jack ya se aproximaría más a un punto intermedio, donde las acciones realizadas por él son cuanto menos cuestionables, a pesar de perseguir un fin mayor y noble; y Lucas directamente está al otro lado de la línea, al margen de la ley y con acciones y comportamientos contrarios a la noción de ciudadano ejemplar e integral. Son la muestra de que el consumidor ha ido demandando otras cosas en los productos que ve. Quiere ver acción, violencia, sangre, adrenalina sí, pero también quiere ver cómo el personaje que protagoniza la serie o película tiene más matices que los que se muestran exteriormente, y más profundidad en los mismos.

Los héroes están perdiendo adeptos; los antihéroes cobran fuerza y han llegado para quedarse.