Ozark: la digna (y mejor) sucesora de Breaking Bad
A veces, una situación de confinamiento como la que vivimos tiene sus cosas buenas. No me malinterpretéis: este periodo que nos ha tocado pasar es una ______________ (rellenad con el adjetivo calificativo que más os guste). No obstante, nos permite, a muchos, hacer cosas que en circunstancias normales no hubiéramos sabido decir cuándo íbamos a realizar. En mi caso, no tengo claro que hubiera empezado a ver la tercera temporada de Ozark el día de su lanzamiento; gracias a esto, no es que vi el primer capítulo, sino que llegué hasta el 3×04. Tras ver la entrega al completo, casi que agradezco tener tanto tiempo disponible para mí, porque ha terminado siendo una experiencia fantástica.
Os voy a ser sincero: no era el fan número 1 de Ozark. En su primera entrega, me costó pillarle el punto. Reconozco que tenía calidad, pero algo tenía que no terminaba de conquistarme; es más, creo recordar que me la recomendaron mis compañeros de redacción y no la vi cuando fue estrenada, sino tiempo después. La idea no me llamaba de entrada, y una vez entré en la historia, tampoco me pareció una obra maestra, merecedora de mi más ferviente devoción. Una serie buena, pero como otras muchas que se emiten durante el año. Sin embargo, ya en la segunda temporada, comencé a cogerle el gusto, y su final me pareció soberbio, dejando un escenario de cara a los episodios estrenados hace menos de una semana de lo más interesante, porque las cosas habían pegado un giro de 180 grados, y no precisamente positivo para los personajes, pero sí para nosotros espectadores, que nos ponía los colmillos largos porque veíamos que la situación empezaba a ponerse realmente peligrosa y suculenta.
Ese giro hacia la oscuridad, creo que a todos los que vimos en su momento Breaking Bad (si no la habéis visto, ya estáis tardando, y más en estas semanas) nos recuerda horrores a la trayectoria de Walter White y su camino hacia convertirse por completo en Heisenberg, dejando su alter ego original atrás conforme avanzaban las temporadas. Decir que Ozark se parece a la ficción de AMC sería injusto, al menos en parte, porque nada que ha habido después, ni habrá en un futuro cercano o lejano será capaz de alcanzar el nivel que nos ofreció la serie de Bryan Cranston, Aaron Paul y compañía. Pero, a estas alturas de vida, creo que puede decirse que es lo más cercano que hemos visto en televisión a lo que nos ofreció la difunta serie. Diría más: la veo más “spin off” de Breaking Bad que la propia Better Call Saul, el producto secundario oficial. La serie de Jimmy McGill ha tenido buenos momentos durante sus cinco temporadas de vida, es una ficción con un nivel por encima de la media, pero no me ha logrado enganchar nunca como su predecesora; en cambio, Ozark en su tercera entrega me ha puesto la piel de gallina en numerosas ocasiones, y me ha recordado a lo que sentía las mejores épocas de Breaking Bad.
Creo que los espectadores, o al menos muchos de nosotros, disfrutamos más cuando los personajes están en peligro, que cuando viven plácidamente. Reconozcámoslo: nos encanta el salseo. Y claro, la premisa de Ozark indicaba que cuando Marty aceptó comenzar a blanquear dinero para un cartel de mexicanos mafiosos, era difícil que la cosa pudiera tranquilizarse para él y para su familia, más si cabe, teniendo en cuenta todas las enemistades y las pocas amistades que se estaba labrando en esa peculiar región de Norteamérica. Y cuando pensábamos que tras la segunda temporada habíamos visto el pico de peligrosidad, llega la tercera entrega y nos rompe todos los esquemas. Y creo que el que enciende la mecha es Ben.
No sé cuántas veces lo habré dicho en este blog, tanto en reviews, como en artículos de pilotos, como en rankings varios (mensuales o semanales cuando los hacíamos), o simples posts de opinión como es este: una serie, si quiere ser grande, o al menos destacar por encima de la media, entre otras cosas, tiene que tener buenos secundarios capaces de estar a la altura de sus protagonistas. El hermano de Wendy lo es. Su irrupción en la entrega lo cambia todo. Lo que conocíamos, el régimen previo establecido en la casa de los Byrde y en su negocio emergente. Todo se revoluciona cuando Ben decide tirar los móviles de sus alumnos a la trituradora y liarse a hostias con el primero que pasaba por allí. Porque esa carta de presentación ya nos estaba advirtiendo: ojo a éste; y con razón. Al actor, Tom Pelphrey, lo conocí en Iron Fist, una de las ya concluidas series de Marvel en Netflix, y personalmente me resultaba bastante cargante tanto su personaje como su interpretación. Pero es que es imposible no caer rendido a sus pies cuando terminas la temporada, porque Ben Davis ha sido el revulsivo que creo que necesitaba Ozark para acabar de dar ese salto de calidad que la aproximara al Olimpo de series que todos los seriéfilos terminamos recomendando a nuestros conocidos y allegados.
Aunque claro, hablar de interpretación es hablar de Laura Linney. Qué maravillosa actriz que es. Ya me quedó suficientemente claro en The Big C, una historia preciosa a la par que desgarradora, por el triste tema en el que se centra, el cáncer, pero eso no quita para que su actuación en la ya concluida ficción de Showtime fuera de quilates, y aquí también lo es. Para mí, ese giro hacia la oscuridad del que hablaba antes, que en Breaking Bad lo pegaba Walter hasta convertirse en Heisenberg, aquí lo hace más Wendy que Marty, a pesar de que podríamos pensar que el personaje más probable que lo hiciera fuera él, ya que todo arranca con su decisión. Pero el camino de ella durante estas tres entregas es sobresaliente, y toma unos cuantos desvíos de lo más escalofriantes, a la par que arduos. Puedes llegar a comprender el motivo, pero no deja de ser espeluznante todo lo que va suponiendo para la familia Byrde. Siguiendo con la comparativa Breaking Bad–Ozark, a estas alturas (y sé que me estoy metiendo en terreno pantanoso y delicado, además de arriesgado, puesto que la serie de Netflix -se supone- continuará), me parece mejor personaje y más valioso para el contexto de la ficción Wendy que Skyler. Antes de esta temporada, aún se podían albergar dudas, pero tras estos diez episodios, ya no hay discusión posible, in my opinion. Hoy por hoy, Wendy Byrde es, para mí, el mejor personaje de Ozark y la que mejor encarna ese “break bad” que ha tomado la producción de Netflix.
Aquellos nostálgicos de Breaking Bad tienen la posibilidad de rememorar viejos tiempos con Ozark. No pretenden ser lo que fue la serie de AMC, ni creo que sea remotamente alcanzable, pero siete años después del final de la ficción de Walter White, in my opinion, Ozark es la digna (y mejor) sucesora de Breaking Bad. Os recomiendo a todos que le deis una oportunidad aprovechando la complicada coyuntura que afrontamos, para que luego cuando acabe este año, no os preguntéis qué hace esa serie de la que no habíais oído hablar nominada en tantos premios e incluida en todas las típicas listas de lo más destacado del año televisivo. Aprovechad la ocasión: ved Ozark, y que no os lo cuenten.